abril 20, 2009
Angustia en 350 palabras
Últimamente, el horizonte que diviso desde mi ventanal se ha convertido en el eje de mis pensamientos, un plano de reflexión que refleja en cada noche que está pasando por mi mente en aquél instante. El condenado cigarro de a poco se transforma en un amigo, a pesar de que en un comienzo nos llevábamos mal. Cada luz circundante dibuja de una manera perfecta lo que mi mente está recordando, como si fuera un proyector. Aquel horizonte repasa uno a uno una serie de instantes, que en su momento fueron perfectos y que ahora, con el paso de los días, solo fueron instantes mas en mi vida, que viví por vivir o que viví por casualidad, casualidad tan divina como su rostro. Admito que en varias ocasiones, creí que aquellos instantes se repetirían, y que cada vez serían mejores, pues bien, al parecer no fue así. Supongo que inconcientemente los eché a perder, cómo? No sé. Pero no hay noche antes de dormir en que me maldiga a mi mismo. Maté sin darme cuenta la única esperanza de felicidad que poseía en ese momento, Dios sabe que no fue mi intención, lo sabe a la perfección, ya que es una de las pocas personas que verdaderamente comprende lo que digo. Anoche, me dió una señal de fe, y a pesar de que mis palabras de reconciliación no dieron resultado, a pesar de que no fueron las correctas, o bien, lo fueron, pero no lo suficiente, me abrió los ojos, me hizo comprender una vez mas que Su Voluntad no coincidía con la mía. En ningún momento ni lugar del plano ambas voluntades se intersectaban; eran 2 paralelas que podrían haber seguido hasta el infinito. Tercamente, podrían haber seguido una carrera ambas voluntades, una carrera incansable, donde evidentemente ganaría Su paralela. Tuve que desistir, no me quedó otra alternativa. Una vez mas, con esa fe que a ratos se pierde en mi, tuve que comprender la Voluntad de Él. Cuántas veces ha coincidido mi voluntad con la Suya? Cifras no recuerdo en este momento, pero seguramente no son muchas, bastante contables con una sola mano. Creo que es hora de bajarme nuevamente del cruzero del amor, y ahogarme en el mar de la soledad, hasta que un nuevo ángel femenino me salve de aquellas aguas tan saladas y angustiantes . Hasta ese entonces seguiré pensando en el cómo lo eché a perder todo.
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